LUFTHANSA DEBE MEJORAR SU USANZA

Ninguna línea de aviación, por más prestigiosa o poderosa que sea, ni tampoco por más pequeña que sea, se puede dar el mezquino lujo de mandar a volar un avión de mínima o máxima envergadura, portando más de 140 pasajeros a bordo, con apenas sólo un piloto de mediana experiencia y un copiloto con apenas 630 horas de vuelo en 20 meses, es decir, con las justas, una hora al día durante sólo un año y ocho meses, una práctica, que aún para ser taxista es insuficiente en Londres. Había que intuir una tragedia. De haber sabido de esa tripulación, yo no hubiera sacado mi pasaje en esa línea, y si hecho la denuncia. La tragedia que ha sucedido es casi un crimen de lesa humanidad, por muchas causas directas y coyunturales. Y esto va para todas las líneas de aviación comercial, cuyos fines son el lucro.
La tragedia del 11-S fue el principio y debe ser el fin. Ningún avión con pasajeros puede ni debe despegar sin poseer toda la parafernalia moderna aeronáutica informática actualizada y activa permanentemente, para desde evitar un atentado terrorista hasta su contención; desde afuera o dentro de la nave, por parte de o desde la tripulación o sus pasajeros. Es justo y necesario. Nadie puede comprar un pasaje que lo lleve directo a la muerte. Ningún familiar de un pasajero puede vivir horas de tensión mientras sepa que su ser querido está volando sin saber a ciencia cierta que llegara sano y salvo a su destino.
Los análisis psicofisiológicos, que supongo se le hicieron, su historia clínica, sus percances como estudiante, sus antecedentes de tratamientos médicos, y la hoja de vida del copiloto, incluido su quiebre en los propios estudios frustrados para laborar en aeronáutica, dan un resultado que es casi implícito: INESTABLE. DEPRESIÓN CONCOMITANTE: NO APTO PARA VOLAR, NI COMO PASAJERO.
LA HOJA DE VIDA DEL PILOTO, con una larga experiencia de más de seis mil horas de vuelo, no lo habilita para abandonar la cabina de mando de SU NAVE, sin su propia opción de regreso, dejando el avión CON SUS 144 PASAJEROS INCLUÍDOS DOS BEBÉS Y 16 ESTUDIANTES en las manos y en el cerebro de un inexperto copiloto, del cual no sabía nada, no calculó nada, y si sabía algo, más grave aún. Gran falla. Tampoco sabía el código secreto exterior de desbloquear la puerta de la cabina, si es que lo tenía. Si no lo tenía, o estaba fallado, grave falla. – “Toma el control de la nave, Andreas”. Fue SU orden fatal. Si él no se retiraba de su asiento, y NO salía fuera de la cabina, la tragedia jamás hubiera ocurrido. El copiloto, enfermo, en estado depresivo cuasi crónico e imperceptible, solitario, toma el mando del Airbus rumbo a Düsseldorf, sede de la clínica de su tratamiento psiquiátrico, su depresión, entró en pánico. Se le presenta una crisis existencial, no se importa a sí mismo, no ve nada, no oye nada, no le importa nada de nada, no tiene opción de recapacitar, la vida no tiene sentido. Hay que liberarse de esta existencia absurda. Alguien tiene que hacerle caso: el Airbus. Es muy dócil, recibe la orden y desciende. Todo está consumado.
He ahí la mediana experiencia de Patrick, a pesar de sus 10 años como aviador. En todo no sólo hay que dominar el hardware sino, también, el software. Y aquí mueren, también, Sansón y sus filisteos. Los fabricantes de aviones de pasajeros, que deben actualizar todas sus naves en el mercado, porque si no: sus naves han sido vendidas con caducidad de tiempo reducida. Hoy ya son obsoletas, a menos que se les reponga a los compradores nuevas naves, o por lo menos sean perfectamente acondicionadas ante posibles nuevos percances ajenos al expertize de sus comandantes.
Y he aquí la falencia tecnológica del avión. No soy yo el llamado a decirles a los fabricantes de jets de última generación cuántas formas hay de abrir la cabina de mando, cuando hay tantas de poder ser bloqueada y desbloqueada, desde su interior o exterior, de acuerdo a la situación, sea de emergencia o no. Imagino códigos secretos activados por voces, pupilas, huellas palmares, dactilares, alfabetos morse usuales y modificados, claves inclusive como las de las cajas fuertes, además de las informáticas, etc.
Desde hace tiempo a esta parte, mucha gente sufre, y sufre desde muchos puntos de vista, el problema de las cajas negras, cuando los aviones se hallan siniestrados o no se encuentran. Este complejo aditamento, cada vez más, se hace obsoleto. Un simple móvil con su GPS es más certero que una sofisticada caja negra, que cuando se la descubre es un milagro, pues es escurridiza, que se encuentra tarde, mal, o nunca; y a veces cuando se le halla a una u otra, está fallada o inservible. Sus ondas electromagnéticas están desfasadas. Sólo un radiotelescopio las podría captar. De repente las antenas de conejo de un televisor si las puede detectar pero dentro de su avión. Es tiempo que ya sus fabricantes se pongan al día con la tecnología del rastreo en aeronavegación espacial.
Finalmente, una recomendación. Ningún avión de pasajeros, en vuelos de mediana a larga distancia, debe despegar del aeropuerto, sin salir, por lo menos con NECESARIAMENTE DOS PILOTOS y DOS COPILOTOS en su cabina de mando. Inclusive debe tener esta su piloto automático, con su línea de vuelo y contacto permanente con las torres de control de partida y llegada.
Están proponiendo trasladar hacia atrás la pesada puerta blindada de la cabina de mando para allí hacer la zona de descanso de la tripulación y su baño, sería una barbaridad. Sería hasta probablemente peor. El problema del Airbus A320 se podría repetir, no con los mismos parámetros, pero SÍ FÁCILMENTE: si están proponiendo que sean tres ‘personas’ en cabina (quiénes y haciendo qué): una sola podría dominar a dos, de ser el caso por una u otra circunstancia, ajena a la normalidad del vuelo.
Mantenemos nuestra idea: DOS PILOTOS Y DOS COPILOTOS PERMANENTES EN CABINA, con aptitud de reemplazo, uno por uno, para sus requerimientos personales. Esta sugerencia, también, debe plantearse en consenso con la asociación de profesionales y aviadores y otras autoridades del sector.
En el futuro les pediremos a los fabricantes que sus nuevas naves aéreas dispongan de control remoto para ordenar a las mismas en inminente peligro su vuelo de retorno a su principal, u otra solución ante la inoperancia de la tripulación de mando.
La industria aeronáutica civil va muy retrasada en relación con las naves aeroespaciales, que son fuente de alimentación de innovaciones tecnológicas, habiendo sido superada hasta por los fabricantes de drones.
Cualquier persona con dos dedos de frente comprendería los enormes beneficios que tendría la norma de adicionar a la tripulación un piloto y un copiloto secundarios, que no sólo significará mayor garantía a la seguridad de la vida de los pasajeros, sino, también, de la propia nave, del capital de sus propietarios y a la salvaguardia de sus fabricantes.
Claro, por supuesto, que significará un costo adicional de operaciones para las compañías de aviación, pero no les significará tanto, en cuanto obtienen enormes ingresos y pingües ganancias con las ventas de pasajes. Perder una fila de dos o unos más asientos de pasajeros, por la ampliación de la cabina de mando, no es muy significativo al lado de una vital mejora por objetivos.
Cualquier cantidad de dinero que se entregue a los deudos será ínfima al lado del inmenso dolor que embarga a sus seres queridos. Los acompañamos en su sentimiento de todo corazón.